top of page

Andar en Novedad de Vida - Por E.W.Bullinger

Esta Palabra de Dios es de valor y provecho, solamente en la medida que nos alimentemos de ella por nosotros mismos; y que la asimilamos haciendo una buena digestión de ella. Nadie puede hacer eso por nosotros. No se piense, pues, que podemos vivir por mirar y observar a otras personas comer o que podamos aprender por meramente observar y copiar sus obras. Tenemos que hacer nuestra propia investigación de la Palabra, y “marcar” nuestra propia Biblia, y hacer nuestros propios cuadros y análisis. Es cierto que podemos ser guiados e instruidos en este cometido por otros; y podemos ser estimulados por sus trabajos y ejemplos; pero cada uno tiene que hacerlo por sí mismo, y debemos aprender por nosotros mismos de la Palabra. Después de que la hayamos podido oír por otros, debemos alimentarnos con ella por nosotros mismos para que podamos ser fortalecidos con ella. Todo lo que podamos precisar para nuestra sanidad espiritual se halla en la Palabra de Dios: y el Espíritu Santo que la inspiró está con nosotros, para enseñarnos y para inspirarla en nuestros corazones. Pongamos toda nuestra dependencia sobre Él. No le desairemos al buscar soporte en el hombre. No te apoyes en nuestros propios escritos. Aprende de ellos y escúchalos solamente al punto que glorifiquen a Cristo y magnifiquen Su Palabra. Lo único que podemos hacer es ser una guía y poste de señalización para decirte dónde se haya la comida, y donde residen los “verdes pastos”, y señalarte la utilidad, la dulzura, el poder, la verdad y los beneficios de este alimento celestial; y decirte dónde puedes encontrar lo que es apropiado para tus necesidades. Nosotros no poseemos el monopolio de este asunto. Solamente tenemos la misma Palabra para alimentarnos de ella por nosotros mismos. Podemos preparar la comida, y cocinarla para ti, pero no podemos comerla por ti; eso lo tienes que hacer tú por ti mismo. Es después de todo, una simple cuestión de dieta, en lo espiritual, así como es, tan frecuentemente, en la esfera física; y la salud de ambas debe ser determinada y conocida por el mismo examen: el “apetito”. El apetito en el mundo natural es el signo de buena salud. Su ausencia es el signo de lo contrario. Pues así sucede también en el mundo o esfera espiritual. Nuestro apetito o deseo de ser alimentados en la Palabra de Dios es la medida de nuestra salud espiritual. Por esta medida podemos examinarnos nosotros mismos. Eso actúa como el termómetro clínico que nos capacita para encontrar y demostrar nuestra verdadera condición espiritual. Todo depende de nuestro apetito espiritual por nuestro único alimento espiritual: la Palabra de Dios. Solamente a medida, no simplemente de que la comamos, sino que la digerimos, y asimilamos, por nosotros mismos, solamente así nos servirá de provecho. Es igual que el dinero, solamente tiene valor a medida que lo disfrutemos y nos beneficiemos, o que podamos obtener satisfacción de él. Podemos tener un millón de dólares en el banco, pero si nunca usamos nuestro libro de cheques o gastamos el dinero, las meras monedas no son para nosotros más que “cuentas”, o permanecen meramente como un lote de papeles en un libro. Dios no quiera que esa sea nuestra relación hacia Su Palabra. En ella tenemos todo lo que nos capacita para “andar en novedad de vida”.


(Las Dos Naturalezas del hijo de Dios Página 42, Capítulo 7, Nuestras Responsabilidades Respecto a la Nueva Naturaleza, por E.W. Bullinger)




Comments


Artículos Recientes
bottom of page